viernes, 13 de enero de 2017

Versátil, mutable, sujeto y tranquilo.



 El cambio vino y vendrá siempre, acompañado de una pizca de la fuerza de voluntad que lo provoca y que logra  -ante todo- atravesar ese momento donde uno resiste y se incomoda ante tan solo pensar. La inestabilidad de lo usual se vuelve y se lastima ante el mismo roce con la tradición y la costumbre, la convicción disfrazada de un sí, tambalea, se pone triste, pero la ayudamos a levantarse.

 Acá vuelvo a repetir lo que entiendo hace mucho pero a veces no recuerdo, que uno conociendo el mecanismo es más ducho para llegar de un punto a otro. Pero: ¿qué pasa cuando ése otro debe mantenerse sujeto, por lo menos, hasta tener que cambiar de nuevo? ¿Qué pasa cuando ése otro se sienta ahí, expectante, permanente, seguro, y despierta el miedo?

 La convicción entonces siempre es relativa, es un cociente entre lo vivido y lo pensado, no exacto. Por donde estamos y de dónde venimos se encuentra condicionada, así como la libertad, pero siempre lista y preparada a cambiar antes que nosotros lo hagamos. Ataja de antemano el cambio revisando carpetas viejas y archivos ocultos en alguna consciencia para despertar y renovarse, adaptarse.

 
Este es el modo en que sobrevivimos al cambio, después de una convicción podemos aplicar voluntad y constancia. Abrazar a ése otro que se sienta allá y quedarnos hasta que sea necesario conocer a otro-yo.

 Lo hermoso del futuro es que es inevitable. En cambio si nos enfrentamos a aprender somos necios, o no, la defensa siempre está despierta. Lo que hay que entender es que buscamos problemas porque nos gustan, somos terreno fértil a aquello que ha venido a buscarnos a nosotros antes de que nosotros lo busquemos, al menos conscientemente,


- "Lo que tenga que venir vendrá, y habrá tiempo para enfrentarlo".







No hay comentarios:

Publicar un comentario