No se bien como empezar, porque no te conozco. Conozco sí al que pienso.
En este momento hay una pesa en mi pecho que de verdad me sugiere que algo está mal, que no sé como escribir esto, que no puedo, no soy suficiente, me pone triste y me avisa de antemano qué pensar para ponerme peor.
Quiero hablar con ése que no conozco y presentarle todas estas quejas que, en definitiva, son autocrítica, no me dejan pensar, capaz, mas allá de nada.
En unos pocos meses esta idea dió vueltas en mi cabeza y fue y vino de arriba abajo revoloteando con distintos colores y matices, pero siempre fue la misma. Está ahí desde que me acordé mirándote que la gente más linda es la que tiene mambos, que la gente liviana me aburrió siempre, que lo fácil es efímero y las consecuencias de su curso pueden ser tan terribles como hermosas en un principio.
Esta pesa sigue acá diciéndome que dude en seguir escribiendo, que dude en mandar esto. Pero de alguna manera esa misma idea es la que me hace admirar con que facilidad la sostengo y su peso se vuelve relativo por momentos.
Me preocupan mucho, muchas cosas, que se resumen en una sola al final del día, cuando se me nubla la vista y dejo de leer para poder escribir, para poder poner en palabras un poco y quién dice, encontrar un atajo para sentirme mejor.
Hoy decidí escribirte a vos, extraño. Para contarte de mi idea. Hoy en día parece un poco más madura que antes, un poco golpeada, pero existe ahí donde esta todo lo que me hace bien. Es increíble lo que deslizar un dedo sobre una pantalla puede desatar.
Ésta idea fue una de las más difíciles de concebir para mí, y sigue siendo bastante indomable, su comportamiento está completamente fuera de mi control y lo más gracioso de todo es, que eso me hace quererla.
Es una idea fija. Su elemento, asi de variable e impredecible como el agua, deja notas de su esencia hasta que vuelve a quedarse quieta y segura como la tierra. En esa misma quietud a veces hasta logra darme escalofríos o hacerme sentir un poco confuso, debo admitir que disfruto de ambas por igual, siempre pensé que todo lo lindo en parte tiene que emitir ese tipo de emociones.
Es tan sencilla y tan compleja, que una vez que creí entenderla, me demostró que no. Y aunque ponga todo mi empeño en entender sigo sus pasos con detenimiento para no perder el hilo de cuándo voy a tener que empezar de nuevo desde cero, con la misma voluntad y la misma emoción que me deja siempre que se va, hasta volver, incomprendida, para entenderla de nuevo.
Esta idea me enseñó, que los suspiros, funcionan de muchas maneras. Esta idea un dia se ensombreció, se quedo muda y quieta en un lugar, desprotegida para que yo la entienda.
Tuve 500 horas para estudiarla y comprenderla, para saber qué decir en el momento adecuado y que vuelva a ser esa que fué en un primer momento. En esas horas yo mismo conoci otras sombras, pero no les dejé lugar. Es esta fé en que esa idea se recupere de donde está.
Por eso, extraño, es que te escribo. Para que puedas decirle a esa idea lo que pienso. Para que sepa que más allá de lo que pueda traer alguna sombra a mi lo que me importa es la esencia y lo que siento. Para mi lo que importa no es el hoy ni el mañana, no es el tiempo, porque las ideas son eternas y yo en algún lugar estoy seguro, que esa idea, me hace bien.
domingo, 22 de enero de 2017
Letter to a stranger
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Carta que es recibida y en buen puerto.
ResponderEliminarNo hay tal cosa como el remedio a una idea. Por más que pudiera la mano enguantada de un clínico rastrearla dentro de uno y extirparla, o reventarla entre dos dedos quedando reducida nada más que a un sendero pegajoso de miel tibia que recorre lo largo y lo ancho de los muslos, tan fácil de limpiar, algodón directo al cesto entre cáscaras de huevo y granada.
Podría uno contactar a un chamán que cual caronte psicopompo a nuestra idea pesarosa guíe hacia un plano ubicado a donde él se le antoje y donde remotamente permaneciera hasta a nada poder volver a aferrarse. Podría susurrársele la idea a una pila de canutillos y hojarasca sostenida con cuidado entre el hueco de las palmas y ahí elegir si lejos se la sopla o si en una pira funeraria se la crema.
Pero no hay en esto más de cierto que en una madre rediviva y andrajosa viniendo con un ramillete de pensamientos y camelias a besarnos una mejilla, o a entonar una aria. Una idea no es susceptible a ponzoña alguna ni es un hueso que hasta el tuétano se roé; es terracota que por milenios prevalece, es cada uno de los santos ornamentados en las catacumbas de Roma, es una medusa revirtiéndose eternamente a pólipo.
Una idea en nosotros se calcifica y nos constituye. Olvidarla es mutilarse. Es entregarse a una sequía. No te seques.
https://www.youtube.com/watch?v=qhqzC4jdSoI