Y esa mañana... El mismo... Mi poeta, mi william, entrecerró sus ojos de terciopelo, y con un suave sonido, que no era voz para no mentir, que no era ruido para no aturdir, me dijo:
-Mañana te voy a esperar.
-Y yo voy a venir, le dije. Yo voy a venir; esperame como quien espera a que calme la tormenta.
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