Todo está muy callado y quieto, al punto de poder darte miedo. Nada te convence, todo es extraño, la calle está fría. Pensabas que tenías todo bajo control y lo perdiste como si nada, como si nada fuera todo. Son pesas que te caen en los ojos en los hombros, en la espalda y en el pecho y tratan de hundirte.
Una voz sabia te dice que todo lo que queda hacer cuando ya tocaste fondo es subir, y otra voz chiquita y apagada pero no menos intensa te pide que te caigas y en lo posible no te levantes más.
Las nubes,
mis ojos,
el agua.
La decepción agita el terreno nuevamente. Soy mareos, bronca, molestia, sensibilidad, y al mismo tiempo un corazón que quiere o pretende estar bien. Estaba la jaula vacía y se fué el pájaro, ahora vuela por ahí vayase a saber por dónde, le compre comida y le puse agua pero la vida le da pan y las flores le dan agua.
Se hace de noche y estoy sórdido, el silencio y la quietud ya me dijeron sus nombres, y me preguntaron el mío, como si de algo les sirviera.
Como en el resto del blog, mejor dormir, que pensar.